Este artículo va de luthería. Antes de entrar en materia debo autojustificarme, es la penitencia que con gusto pagamos los dispersos por disfrutar haciendo todo tipo de cosas:
El ser humano necesita especializarse, a medida que el conocimiento avanza en amplitud y profundidad nos sentimos más ignorantes y por tanto, indefensos. La especialización nos ayuda a “controlar” y nos hace sentirnos más sabios, aunque con ello limitamos nuestro horizonte.
Por otra parte, es socialmente incorrecto y comercialmente ruinoso el presentarse como un “experto en todo”. Parece mejor decir que sabes “mucho de algo” y centrar sobre esa especialización tu carta de presentación.
Sin embargo, cuanto más sabes de cualquier cosa, más ignorante te sientes, al poder apreciar mejor los límites y el alcance de tu modesta posición en la materia. Algunos resolvemos este problema viviendo varios acontecimientos en paralelo y tratando de aprender lo más posible de muchas cosas, con el fin de mantener una “ignorancia diversa”. Claro que si reconoces que sabes “un poco de todo”, nadie confiará en tu sinceridad, por muy experto que seas.
Afortunadamente, parece que las nuevas tendencias empresariales recomiendan la “Orientación 360º”, que viene a ser algo parecido a hacer una aproximación generalista y reconocer la conveniencia de saber más de todos los temas implicados en un proyecto, eso sí, es imprescindible mencionar “enfoque pluridisciplinar” y otras gaitas parecidas.
Bueno, pues lo dicho, yo trato de ser muy disperso, al menos a la hora de elegir mis aficiones y la carpintería es una de ellas, con la que disfruto mucho:
Me apasionan las tres maestrías del oficio de carpintero, a saber, Carpintería de armar o de obra para las construcciones en madera, Ebanista para la fabricación de mobiliario y Luthier para la construcción de instrumentos musicales. En castellano tenemos la palabra “vigolero” que suena mejor que ésta última. Se trate de laudes o vihuelas, da lo mismo, construirlos es un arte que requiere habilidad, paciencia y suma precisión.
Vamos, pues, al grano de este artículo, con el que he disfrutado tanto escribiéndolo como recordando esta reparación, que realicé durante el primer trimestre del año 2013, coincidiendo con un momento profesionalmente exigente que me produjo mucho estrés:
Una avería típica de los instrumentos de cuerda es la fractura del mástil por el talón, en la parte que lo une a la caja. Fractura normalmente ocasionada por la caída del instrumento sobre el mástil, aunque también puede ser debida a haber sufrido un cambio brusco de humedad con las cuerdas muy tensas o a un defecto en la pieza, típico de los instrumentos de baja calidad.
Hay tres maneras de reparar esta rotura, dependiendo del nivel del instrumento:
- sustitución completa de la pieza, que exige desmontar la caja, retirando la tapa y el fondo. Son muchas horas de trabajo, que solamente se justifican cuando tenemos un instrumento artesanal.
- refuerzo del mástil con una prótesis interna, que requiere desmontar el mango. Recomendado en instrumentos de buena factura que pueden seguir sonando perfectamente sin necesidad de rebarnizar.
- encolado del mástil con refuerzo externo. Solamente aplicable cuando el instrumento es de fabricación industrial o el mango no es desmontable por haber utilizado colas sintéticas. Probablemente la reparación no será resistente y afectará al sonido.
En todo caso, NO deben utilizarse refuerzos metálicos, como tornillos, grapas, etc. Solamente utilizaremos colas sintéticas en las uniones que no deban ser desmontables.
El instrumento que ha llegado a mis manos es un contrabajo de estudiante, de fabricación semi-industrial y de buena calidad. El contrabajo es un instrumento que sufre una extraordinaria tensión sobre el mástil, del orden de 180 kg, debido al grosor y longitud de sus cuerdas por lo que nos decidimos por la segunda reparación, insertando una espiga de refuerzo en el mástil partido. También optamos por no tocar el barniz existente. Barnizar un instrumento lleva mucho más tiempo que fabricarlo y en este caso sólo restauraremos el área afectada y lo mínimo posible, aunque la rotura deje una marca visible.
Una vez retiradas todas las piezas móviles, cuerdas, clavijas, mecanismos, puente, alma, etc, procedemos a desencolar el diapasón del mástil. Como ambos están unidos por cola orgánica, utilizamos vapor de agua para desencolarlos. Una plancha de vapor es suficiente para calentar el mango e introduciendo poco a poco el chorro de vapor entre las rendijas que se van abriendo, separamos las dos piezas y la cejuela del diapasón con la ayuda de una espátula.


Ahora preparamos un protector que nos permita prensar las dos partes de la pieza partida aplicando correctamente la presión de encolado y que al mismo tiempo evite que los gatos de aprieto marquen la madera. Para ello fabricamos un tirante de forma triangular para el fondo y otro más pequeño que pondremos por la parte de arriba. Ambas piezas las forramos de corcho en uno de sus lados para que no rayen el barniz.
El paso siguiente es encolar la pieza rota, no es necesario que la unión sea reversible por lo que utilizaremos una cola sintética reforzada, Titebond II.


Aplicamos una pequeña cantidad de cola en ambas caras con un pincel para que se distribuya de forma homogénea, encajamos las dos partes procurando que ajusten perfectamente,

con cuidado aplicamos la máxima presión posible para que la unión sea resistente.

lo mantendremos bajo presión al menos un día.
Una vez seco retiramos los gatos y los soportes y procedemos a reforzar la unión por medio de una espiga de madera que atraviese transversalmente la unión realizada. Desde la parte superior del mástil haremos un taladro bien centrado que permita insertar una espiga de madera del tamaño adecuado.

La espiga debe de ajustar perfectamente en el agujero, por lo que debemos hacer alguna prueba previa hasta encontrar el diámetro de broca y de espiga más conveniente.

En cuanto a la profundidad del taladro ha de ser la máxima posible sin que sobresalga por el otro extremo, digamos que dejando unos 20 mm sin taladrar. En nuestro caso, hemos realizado un taladro de 23mm de diámetro y hemos preparado una espiga de madera de Ramín, dura, fibrosa y flexible a la par que semipermeable y de grano fino, lo que nos facilitará una unión homogénea, adecuada para que el sonido no se vea alterado.
Retiramos todo el serrín, limpiamos bien la espiga, la untamos de una pequeña cantidad de cola sintética bien distribuida y la insertamos en el hueco con la ayuda de un gato. Es muy importante que la pieza entre correctamente, sin holguras y sin forzar demasiado, si por alguna razón se quedara atorada, será casi imposible extraerla y habrá que volver a hacer un nuevo taladro que complicará mucho la reparación, de ahí nuestra insistencia en asegurar que ambas piezas ajustan perfectamente mediante una prueba previa realizada sobre una madera de ensayo.

Cortamos la parte sobrante con la ayuda de una sierra japonesa y volvemos a colocar los protectores y los gatos para mantener la pieza bajo presión durante el secado. Esto ayudará a reforzar la unión. Dejamos secar durante otras 24 horas o más si el tiempo es frío.
Una vez seco, lijamos la cara superior del mástil y la inferior del diapasón, retirando todos los sobrantes de pegamento del antiguo encolado, así como los excesos de la espiga recién puesta. Es un buen momento para limpiar el diapasón de las marcas de uso, también lijamos la unión de las dos partes rotas del talón hasta que no se note al tacto y procurando no afectar al barniz existente. Utilizaremos una mezcla de aguarrás y vaselina al 50% y frotando con una lija de grano muy fino, de 400.
Ahora vamos a dar una mano de goma laca sobre el talón para minimizar el efecto del lijado. No sustituirá al barnizado pero quedará un acabado aceptable.


Limpiamos el instrumento con aguarrás y protegemos las zonas barnizadas, preparamos la goma laca y la vamos dando en movimientos circulares con una muñequilla.Se repite el proceso una y otra vez hasta que el talón queda brillante y del color deseado.

Nos aseguramos que el diapasón encaja correctamente sobre el mástil, superponiendo ambas piezas, incluyendo la cejilla en su sitio, sin aplicarle cola por el momento y comprobando que todo encaja perfectamente en su sitio, si no es así, vuelta a lijar.
Antes de encolar, todavía hemos de preparar nuevos soportes protectores para los gatos o sargentos que pondremos en la unión de ambas piezas, ahora en mayor número y con la dificultad añadida de la superficie curvada de las dos piezas, la parte inferior del mástil, muy curvada y la superior del diapasón, menos curva. Estos soportes protectores han de ser ad-hoc al tamaño del instrumento y tener las correspondientes protecciones en corcho para no marcar el mango.

En realidad, la mayor cantidad del tiempo de trabajo de un luthier se va en preparar adaptadores, protectores, piezas de soporte, mártires y todo tipo de complementos necesarios para el acabado del instrumento. Es parte del atractivo de este oficio, con el que practicar la paciencia y el amor por los detalles.
Cuando tengamos todos los elementos listos: mástil y diapasón bien lijados y limpios, los soportes de los gatos terminados, podremos pasar al encolado. Utilizaremos cola orgánica, también llamada “cola de conejo”, en preparación especial para luthiers, más fina y viscosa que la utilizada por los pintores , pues ha de ser reversible y lo suficientemente flexible como para permitir las diferencias de contracción entre la madera del mástil y la del diapasón, arce y ébano, respectivamente.

Los pasos de preparación de la cola son sencillos y cuidadosos. El primero es que debemos mantener el taller a una temperatura ambiente superior a 20 grados. En un recipiente con agua destilada fría dejamos unos gránulos en remojo en la proporción de una parte de cola por otra de agua, durante uno o dos días hasta que la textura sea gelatinosa, momento en el que estará lista para ser aplicada. Si la cola no está en gránulos, habrá que trocearla con un martillo hasta que esté lo más fragmentada posible.
Escurrimos la cola hidratada del sobrante de agua, si lo hubiera y comprobamos que todos los gránulos están gelatinosos y su densidad es uniforme, si no fuera así, habrá que seguir hidratando más tiempo. Cuando la textura sea homogénea, preparamos un baño maría con la cola gelatinosa que empezará a licuar al alcanzar los 55º y que mantendremos a no más 70º.
Con una pistola de aire caliente calentamos un poco las dos superficies a unir, con mucho cuidado de no quemarlas ni calentarlas demasiado, aplicamos la cola con una brocha o pincel sobre las dos caras, pintando las superficies sin exceso y las cerramos una sobre otra para que se peguen. Inmediatamente se sujeta con los gatos y los protectores, aplicando una presión intermedia que mantendremos durante 24 horas.
En el mejor de los casos, dispondremos de tres minutos de tiempo abierto para encolar, en cuanto la temperatura baje de los 50º, la cola se solidificará y se volverá inmanejable, por lo que es recomendable ensayar varias veces los movimientos de encolado, colocación de protectores, gatos y aprietes, midiendo el tiempo. También conviene hacer pruebas de encolado con dos maderas perdidas hasta comprobar que la unión queda fuerte desde el primer momento y que es más sencillo que lo descrito.

Si por alguna razón la unión no quedara bien, bastará con calentar las piezas con aire caliente o vapor para que se vuelvan a desencolar y comenzar de nuevo.


Cuando tengamos el diapasón unido al mástil, volveremos a lijar las piezas unidas hasta que el acabado al tacto sea perfecto.
Para colocar el alma usamos un almero, que hemos fabricado a la medida porque el alma de un contrabajo es proporcional al tamaño de tan gran instrumento.

la posición del alma se encuentra bajo el pie derecho del puente, ligeramente desplazada hacia el cordal y perpendicular al eje longitudinal del instrumento, ambos extremos deben apoyar perfectamente sobre la tapa y el fondo. Al golpear la tapa, si el alma está bien colocada, se trasmitirá un sonido limpio al fondo y a la caja.


Finalmente montamos las cuerdas y el puente. El instrumento ha quedado terminado y listo para entregar a su maestro. Gracias a las horas de taller(realizadas por la noche y los fines de semana) he podido desarrollar mi estresante trabajo profesional con equilibrio y tranquilidad.