El ungüento amarillo

Así me llamaba mi abuelita Faustina de pequeño:

“Gildo, eres como el ungüento amarillo, que para todo vale y para nada sirve”.

Claro que a mí no me importaba, acababa de ganarme veinte duros por arreglarle el timbre de la puerta, tramitarle unos papeles, o hacerle la compra en el mercado y salía de su casa más contento que unas castañuelas planeando mi próxima inversión. Con esa pasta gansa, podría comprar unos 200 chicles Bazooka, medio kilo de azufre y clorato potásico con el que hacer más de un kilo de pólvora (sí, entonces se lo vendían a un niño de  10 años), o un kit para montar un amplificador. ¡qué tiempos aquellos!

Con el tiempo descubrí cuánta razón tenía mi abuelita.

El conocimiento concreto no nos sirve para casi nada útil. Sin embargo, nos obsesionamos por intentar comprender el funcionamiento de los pequeños mecanismos. En informática, es una práctica poco recomendable que puede llevarnos al suicidio o a la locura. Por ello, intento rebajar el stress que provoca la ignorancia explicando a los demás lo que no sé.

El verdadero valor se encuentra en el razonamiento abstracto, pero ésa es harina de otro costal que se escapa del objeto de este blog. Si el tema te interesa, me gano las habichuelas intentando ayudar a los demás a resolver problemas empresariales abstractos desde mi pequeña empresa de asesoría especializada, que puedes ver en  www.morellconsultor.es .

Por curiosidad, hoy en día el famoso ungüento se utiliza para evitar las infecciones de varroaasis en las abejas. Creo que es la única utilidad práctica que se le ha encontrado, aparte de ser la base de muchas pomadas cosméticas.

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