Hola, me llamo Gildo Morell y soy adicto al trabajo, hace menos de cinco minutos que no consumo…y espero seguir haciéndolo por mucho tiempo.
Nací en Madrid en 1953, en la calle Sisebuto, en una época en la que todavía se nacía “en casa”, soy el tercero de siete hermanos y como en todas las familias numerosas, jamás he conocido el aburrimiento, ni los melindres con la comida.

En mi casa no sobraba de casi nada, salvo cariño para todos y el amor que se profesaban mis padres, entre ambos sumaban siete licenciaturas universitarias, de ciencias mi madre y de letras mi padre. Sobre todo eran muy trabajadores y más optimistas. Como herencia nos dejaron su ejemplo: no ser ambiciosos y trabajar duro.

De pequeño tuve la fortuna de estudiar en el Instituto Ramiro de Maeztu, allí entré a los 8 años en la “prepa” y salí a los 17 con el “Preu”. Estudiar en “el Ramiro” fue lo mejor que me pudo pasar y marcó mi vida casi tanto como vivir al lado de la Casa de Campo: El Ramiro era un centro laico, heredero del Instituto-Escuela de la Junta de Ampliación de Estudios de 1918, en el que enseñaban algo que hoy es muy difícil de encontrar, Valores: En el dorso del carnet de estudiante, figuraba el lema del Ramiro, en el que se mencionaban: bondad, abnegación, competencia y educación.
Allí estudiaban una mezcla abigarrada de personas de todas las clases sociales y categorías, fundamentalmente bajas y medias, el dinero no era el factor diferenciador. Mis compañeros de pupitre hoy son jueces, ingenieros, médicos, periodistas deportivos, cómicos famosos y sobre todo, buena gente. Yo no era precisamente un alumno ejemplar, por mi comportamiento inquieto y mi resistencia a aceptar dogmas, por lo que me expulsaron “definitivamente” siete veces durante los siete primeros años, hasta que “senté cabeza” y canalicé mejor mis energías.
El instituto completaba la formación teórica con una formación práctica obligatoria a la que se daba una importancia excepcional. En los talleres del Ramiro aprendí carpintería, encuadernación, fotografía, electrotecnia, metalotecnia y mecánica. Los dos últimos años de Bachillerato y Preu trabajé como becario junto con mi amigo Joaquin Seoane en los laboratorios de Física y Química del Instituto, preparando las prácticas de los alumnos, gracias al apoyo de la profesora Catalina Lizarraga. Esta formación práctica me ha sido de suma utilidad en mi vida.

Durante el Preu hice un curso de iniciación a la espeleología que fue el principio de una afición que todavía practico y que me enseñó la importancia del trabajo en grupo y la necesidad de no competir para alcanzar la meta en plena seguridad.



Durante mis estudios de Ingeniería de Minas descubrí la informática, que se encontraba en sus inicios en España. En 1972 comencé a trabajar en el Centro de Cálculo de la Escuela de Minas mientras compatibilizaba los estudios, para después dedicarme profesionalmente a la programación de ordenadores. En 1980 y después de un máster en Análisis de Sistemas Informáticos del National Computing Center, abandoné la dirección del Departamento de Desarrollo del Centro de Cálculo de Minas para trabajar en el sector privado y dedicarme a la gestión empresarial.
Tras permanecer 25 años como Director General y Consejero Delegado en la filial española de una empresa europea de ingeniería informática, decidí crear una pequeña empresa de consultoría estratégica especializada, a la que dedico “media jornada” cada día, de 9 de la mañana a 9 de la noche, junto con un reducido y fiel equipo. Llevamos once años desarrollando el proyecto empresarial. No nos va del todo mal, por lo menos podemos elegir a nuestros Clientes, que sin duda son los mejores. Este “downsizing” ha sido mucho más instructivo que todo el proceso de promoción profesional anterior y me ha enseñado a valorar a las personas por quienes son y no por dónde están.

Durante toda mi vida he practicado actividades manuales y de aire libre como forma de descanso y para combatir el stress, apenas veo la televisión, soy virgen de fútbol y desconozco el significado de “no hacer nada”.

Este blog es consecuencia de la curiosidad y del atrevimiento propios de un ignorante como yo: Tras muchos años sufriendo en mis carnes el dicho: “si tienes que pedir ayuda urgente a alguien, lo mejor es pedírselo a una persona ocupada, que te ayudará seguro” me he decidido a poner por escrito algunos de mis dispersos conocimientos en la vana esperanza de que por fin, pueda disponer del deseado tiempo libre que me permita aprender algo útil de verdad. En ello estamos…